Cutis
de ave
Un súbito helor la despertó
y la ausencia de luz la desveló por completo. Se calzó las zapatillas con
rapidez y corrió en pos del origen de la ráfaga de aire gélido que abriera su
puerta. Al asomarse al pasillo logró vislumbrar una silueta femenina con un
vestido largo, antiguo y muy ceñido que desaparecía flotando hacia las
escaleras del hotel. Siguió andando y comprobó que todas las puertas de las
habitaciones estaban cerradas y parecían mucho más viejas que cuando las viera
la tarde anterior. Al llegar a donde debería estar el descansillo de la enorme
y señorial escalinata, solo encontró una abertura negra e insondable en cuyas
profundidades se internó y desapareció su visión. De pronto se dio cuenta que desde
aquella caverna emanaba el frío más aterrador que hubiera sentido jamás. Se le
erizaron todos los pelos del cuerpo, un olor nauseabundo y fétido la envolvió y
perdió el sentido. Nunca supo cómo volvió a su cama o si todo fue un sueño,
pero a causa del incidente hoy padece un permanente cuadro de lo que ella
denomina: “cutis de ave”, porque “piel de pollo” le parece una expresión
sumamente ordinaria y cutre.
Este micro fue seleccionado por "Letras con Arte" para integrar la antología de su Concurso de microrrelatos "Fantasmas".