Atardecer en Mvd

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domingo, 19 de enero de 2014

Un cuento muy real

Hace tiempo, tuve que hacer un relato que comenzara diciendo "se abrió la puerta del ascensor"; no tenía ni la mas pálida idea acerca de qué escribir, cuando mi marido me sugirió: hacé lo que dice la Fletcher ("Se ha escrito un crímen" o "Reportera del crímen"), escribí acerca de cosas que te hayan pasado... se abrió la puerta del ascensor y vi un par de piernas muy largas. Nos reímos mucho juntos por que esa fue una situación que sucedió tal cual la cuento y que nos involucró a él y a mi, tanto que una semana mas tarde comenzamos a salir juntos. Lo simpático del asunto es que en el primer concurso en el que lo presenté, no pasó nada, así que lo reciclé y en el segundo sí fue seleccionado para la antología de Ediciones Alternativas. He aquí la historia:


Piernas muy largas


Se abrió la puerta del ascensor y vi una larguísima y muy bien torneada pierna, a horcajadas sobre una escalera de albañil, con el vestido remangado hasta la mitad del muslo; tiempo después supe que el vestido era verde, esa noche ni me enteré. Estaba en el descansillo, frente a la puerta del piso de mis padres, al cual había retornado hacia unos meses, cuando mi ex mujer me hizo las maletas y me sugirió amablemente que a partir de ese momento, me soportara mi mamá. La dueña de la pierna, se las ingeniaba para colocar un cable telefónico, con resultados poco satisfactorios, así que entré en casa, tiré todo donde cayó y salí a ofrecer mi ayuda en forma completamente desinteresada. Mi madre tuvo que llamarme tres veces para que fuera a cenar, la última de las cuales, salió a la puerta bandeja en mano, preguntándome si pensaba comer ahí. Entré y me tragué en un santiamén las patatas fritas y las sardinas al horno; mi madre cocinaba muy bien, pero ese día podían haber estado sosas o bañadas en pimienta, ¡sinceramente no tengo idea de a qué sabían! Me precipité nuevamente al pasillo, en ayuda de la dama en apuros y después de un rato al fin logramos nuestro objetivo. Me despedí de ella con el deseo imperioso de que el cable se rompiera en ese mismo instante. Al rato escuché un ruido en la puerta y me asomé a la mirilla: allí estaba mi damisela de las piernas largas, barriendo el polvo que se había desprendido con el trajín de los cables. Miré desesperadamente en derredor, buscando una excusa válida para salir… y cuando abrí la puerta, se oyó la inconfundible voz de mi progenitora:

- Hijo, ¿qué estás haciendo?

- Sacando la basura, madre.

- Pues tú debes estar muy mal, ¡porque eso no lo haces nunca!

Mi mirada se cruzó con la suya y vi bailar en sus ojos la risa contenida, dejé la bolsa en su sitio y con un escueto: - Buenas noches -, huí hacia mi casa deseando que la tierra me tragara.

Hace 22 años que estamos juntos: yo sigo enamorado de sus largas piernas y ella se parte de risa cada vez que cojo una bolsa de basura.

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